Doscientos doce días desde que se escapó tu risa… tu suave piel, tu cabello cano, tus uñas cuidadas, tu mirada determinada… todo se ha ido con vos.
El tiempo ha curado el llanto y la memoria traicionera me ha llenado de retazos dispares de lo que sé que sucedió, pero sin el sabor de lo concreto y real: y así duele menos tu recuerdo.
Te pensé como cada día lo hago, a veces con el impulso de llamarte y contarte cosas cotidianas, en ocasiones pensando en compartir una alegría, una noticia, una idea… y además de recordarme una vez más que ya no es posible, caí en la cuenta de que hoy es treinta, como el día que partiste.
Se que esto era mejor que estar como estabas… pero aún así hubiera querido que te quedaras un ratito más.
Las plantas de mi jardín, esas que comencé a cultivar la última tarde compartida, están a pleno: la salvia pincelada de intensidad carmín, la menta invadiendo con sus brazos, aromando al tacto cada caricia, la lavanda aspirando llegar al cielo con más y más flores… todo ha crecido, evolucionado, cambiado… y no estás aquí para que tomada de tu brazo me digas lo bien que lo estoy haciendo…
Esa tarde había un sol de otoño como el que me abriga mientras escribo estas líneas, estabas sentada en el sillón del jardín, comenzabas a estar fatigada. Nunca sospechamos que esa sería la última ocasión… ¿qué hubiera cambiado de haberlo sabido? Nada, supongo… ahora es muy dulce revivirlo al sentarme aquí… hasta parece haber sido el mejor comienzo del final.
Si antes lo había hecho, a partir de ese momento te dije aún más, cada día, que te quería; te acaricié hasta la última oportunidad, te hablé lo más entera que pude hasta cuando lo que te rodeaba me horrorizaba. Te despedí y envié con el amor de tu vida que tanto anhelabas volver a encontrar… Eso hice y eso volvería hacer, aunque me doliera tanto otra vez.
Y te extraño, extraño tu risa, tu aprobación y tu desaprobación, tus sugerencias, tus historias, tus recuerdos…
¿Te gustará lo que estoy haciendo? ¿Estarás orgullosa de mi? Los jardines, mi familia, las palabras que estoy sacando desde el fondo de mi alma… Tu ausencia sigue doliendo, pero al estar haciendo todo desde el corazón y sentirme bien con ello, me consuela pensar que así tal vez estoy llenando tus sueños para mi.
4 comentarios:
...cuanto dolor producen los huecos de las personas que amamos y que se van para no volver más. Cada uno de los seres queridos va acondicionando una estancia en el interior de nuestra alma, con sus cosas, sus imágenes, sus recuerdos, y cuando de pronto ese ser se va... recorres en silencio tus pasillos, llegas a esa habitación abandonada como siempre apresuradamente, piensas que se lo dejó todo aquí, te preguntas qué se llevó aparte de un trozo de tu corazón.
"Que hago yo ahora con todo esto", preguntas, pero allí dentro solo te responde el eco de tu voz y el silencio.
Te dije que no podía, Ana, pero creo que, aunque sea entre las lágrimas que ahora me impiden ver con claridad, tengo que hacerlo. Para mi padre:
Han pasado años, y sigo sintiendo lo mismo que sentí en el instante que te ibas mientras, cogido de mi mano, me mirabas: como si tuviera 5 años y me hubiera soltado de tu mano en medio del gentío. Esa sensación de estar perdida me acompañará siempre.
Gracias Ana, por darme la oportunidad de decírselo.
He compartido tus palabras con mis compañeros de trabajo y he logrado emocionarlos a todos y escuchar comentarios de que es tal cual como vos lo describis y es asi. Te lo agradecen de todo corazon (no me lo dijeron pero vi el fiel reflejo en sus caras).
Un beso grande.
Ariel.
¿es más grande la tristeza
de sentir en falta
alguien que se ha ido
o la de extrañar a alguien
que hasta ahora no llegó?
La ausencia duele
la ausencia mata
el recuerdo consuela
y también el soñar
Publicar un comentario