Nadie lo tiene. No estoy descubriendo la pólvora con lo que digo. Sólo estoy... ordenando ideas, creo... y sentimientos también...
No tenemos tiempo para nada. Al menos para nada fuera de lo que, obligatoriamente, se tiene que cumplir o para algo más que satisfacer una necesidad inmediata, propia o del entorno bien cercano. Pero no más. Nos focalizamos en nosotros mismos, en lo que hace falta, lo que necesitamos, lo que debemos... En cuanto a lo que queremos y/o deseamos, salvo que sea fácil de conseguir, queda "para cuando se pueda"... La cuestión es que, cada vez se puede menos. Y nos vamos olvidando. De todo: de lo que fue, lo que deseábamos, lo que anhelábamos... dejando lugar sólo a lo que debemos...
La agenda, el almanaque, una foto vista distraídamente mientras se habla por teléfono, cualquier cosa, puede transformarse en catalizador y... esa sensación de recordar algo que no teníamos que olvidar, golpea fuerte, devolviéndonos a la promesa incumplida, a la promesa que hicimos queriendo cumplir... pero que quedó para más adelante, para cuando se pudiera, para... alguna vez...
Dicen que es más fácil relegar a quienes amamos porque creemos que son los que sí o sí "deben" comprender, así vamos dejando parientes y amigos como tendal en el camino, centrando fuerzas en lo inmediato, en lo que está aquí... en lo que es "ahora"... y el resto queda para después.
En fin... todo esto ¿quién no lo sabe, verdad? Todos pasamos por esto: desde los tíos que no visitamos más, hasta el blogger que ya no comentás, pasando por el tiempo cada vez más breve con parejas, hijos, padres, eso sin hablar de la pintura inconclusa, la investigación por hacer, el relato a medio terminar... Pero eso sí, vamos puntualmente a la oficina, entregamos todos los trabajos pendientes, no olvidamos llamar a ese que nos pidió el jefe y por supuesto que pagamos luz, gas, teléfono e Internet (por Dios, eso nunca olvidarlo, ja ja ja!!!)... porque si no lo hacemos nos pesará...
Al corazón lo llenamos de pequeños instantes de satisfacción: una caricia recibida, un beso dado con ternura, un SMS, una canción en la radio, una sonrisa que nos iluminó la mañana temprana... y gracias al cielo que están esos detalles, ya que si no estuvieran tendríamos una vida totalmente vacía... con recuerdos cada vez más borrosos y un futuro solitario...
¿Qué hacer? ¿Seguir congestionando la agenda de llamados por hacer? ¿Dejar las repisas sin fotos que nos recuerden instantes perfectos? Pues... yo me niego a olvidar, me niego a dejar escapar todo... pero debo rendirme a que muchas cosas ya no puedo hacerlas, ya no puedo hacer lo que hacía cuando no tenía lo que hoy tengo.
Le prometí a alguien hace un par de años, que no permitiría que esto sucediera, así que seguiré llamando, seguiré escribiendo, seguiré hablando, seguiré queriendo, iré si hace falta, esperaré si debo esperar... no olvidaré, haré que cada detalle de hoy me recuerde del antes continuaré intentando no dejar ir todo lo que amé y amo... Al menos no sin dar pelea.
No tenemos tiempo para nada. Al menos para nada fuera de lo que, obligatoriamente, se tiene que cumplir o para algo más que satisfacer una necesidad inmediata, propia o del entorno bien cercano. Pero no más. Nos focalizamos en nosotros mismos, en lo que hace falta, lo que necesitamos, lo que debemos... En cuanto a lo que queremos y/o deseamos, salvo que sea fácil de conseguir, queda "para cuando se pueda"... La cuestión es que, cada vez se puede menos. Y nos vamos olvidando. De todo: de lo que fue, lo que deseábamos, lo que anhelábamos... dejando lugar sólo a lo que debemos...
La agenda, el almanaque, una foto vista distraídamente mientras se habla por teléfono, cualquier cosa, puede transformarse en catalizador y... esa sensación de recordar algo que no teníamos que olvidar, golpea fuerte, devolviéndonos a la promesa incumplida, a la promesa que hicimos queriendo cumplir... pero que quedó para más adelante, para cuando se pudiera, para... alguna vez...
Dicen que es más fácil relegar a quienes amamos porque creemos que son los que sí o sí "deben" comprender, así vamos dejando parientes y amigos como tendal en el camino, centrando fuerzas en lo inmediato, en lo que está aquí... en lo que es "ahora"... y el resto queda para después.
En fin... todo esto ¿quién no lo sabe, verdad? Todos pasamos por esto: desde los tíos que no visitamos más, hasta el blogger que ya no comentás, pasando por el tiempo cada vez más breve con parejas, hijos, padres, eso sin hablar de la pintura inconclusa, la investigación por hacer, el relato a medio terminar... Pero eso sí, vamos puntualmente a la oficina, entregamos todos los trabajos pendientes, no olvidamos llamar a ese que nos pidió el jefe y por supuesto que pagamos luz, gas, teléfono e Internet (por Dios, eso nunca olvidarlo, ja ja ja!!!)... porque si no lo hacemos nos pesará...
Al corazón lo llenamos de pequeños instantes de satisfacción: una caricia recibida, un beso dado con ternura, un SMS, una canción en la radio, una sonrisa que nos iluminó la mañana temprana... y gracias al cielo que están esos detalles, ya que si no estuvieran tendríamos una vida totalmente vacía... con recuerdos cada vez más borrosos y un futuro solitario...
¿Qué hacer? ¿Seguir congestionando la agenda de llamados por hacer? ¿Dejar las repisas sin fotos que nos recuerden instantes perfectos? Pues... yo me niego a olvidar, me niego a dejar escapar todo... pero debo rendirme a que muchas cosas ya no puedo hacerlas, ya no puedo hacer lo que hacía cuando no tenía lo que hoy tengo.
Le prometí a alguien hace un par de años, que no permitiría que esto sucediera, así que seguiré llamando, seguiré escribiendo, seguiré hablando, seguiré queriendo, iré si hace falta, esperaré si debo esperar... no olvidaré, haré que cada detalle de hoy me recuerde del antes continuaré intentando no dejar ir todo lo que amé y amo... Al menos no sin dar pelea.